viernes, 26 de noviembre de 2010

Ser profe… una vocación… ¿???


Muchas veces oyó hablar de la profesión docente, de ser profesor(a) y escuchó cada relato con atención, creyendo que detrás de esas historias se escondía un secreto hermoso atesorado por generaciones de viej@s que aprehendieron su oficio en aulas con la luz entrando por las ventanas y la tiza suspendida en el aire; salas con pizarrón de madera, con olor a manzana…

A veces fue a algunos de esos lugares cuando niña y miraba a l@s alumn@s sentados en sus puestos; había un aroma particularmente agradable a su olfato. El patio, el griterío, la mesa de la profe, las ventanas, las sillas en hileras… encendían en su mente sueños e ideas que dejó guardados por un tiempo en algún rincón oscuro de los estantes…

Después vio ciertas películas que le fueron mostrando la difícil cara de ese mundo, la lucha de personas no sólo por enseñar sino también por aportar en la construcción de una nueva mirada de la sociedad, a veces con sus discursos y en ocasiones con la fuerza de la acción. Es cierto, algunas de esas películas caían en ciertos clichés pero no por eso, perdían el valor y el significado de lo cotidiano.

Luego, en la U se fue gestando en ella, una mirada de la sociedad que pensó, podría instalarse desde el mundo educativo, (lo confiesa) entonces todo comenzó a cobrar tanto sentido, que hacer clases se transformó en una verdadera ansiedad, ser profe, pararse en una sala para leer, comentar un texto, extraer la savia de esas letras y ver ojos brillando al descubrir un nuevo giro creativo en una frase o una expresión sencilla, adquirió una fuerza extraordinaria ya no en sus ideas, sino en sus venas, en su pecho, como sensaciones que se agolpaban con tanta fuerza, con tanta fuerza; que se dio cuenta de cuánto le gustaba vivir ese proceso lento y cotidiano de ver crecer a un ser humano, con todo el costo que eso significara. Supo que hacer clases era algo importante, tan importante que tenía que tomárselo muy en serio y crecer también en ese viaje; luchar por darle un sentido cada día y cuestionárselo en el camino, darle más connotaciones a todas las palabras, una y otra vez; creer en todos los significados de la palabra enseñar o aprender o tarea o actividad o en las preguntas y en las miradas detrás de esas preguntas y bueno, le gustaba, le gustaba cruzar el umbral de esa puerta y encender esa luz  y sonreír alegremente cuando escuchaba a un@ de ell@s; verse en sus rostros a sí misma, hace años atrás, valorando el anonimato de esa tarea tan brutalmente importante.

A esas alturas, le resultaba inevitable pensar en lo social que tiene la labor pedagógica entender que si eres profe por vocación, si viste belleza en esto, necesitas descubrir qué significa decir una frase sutil a veces, casi sin tener conciencia de ella, pero que por alguna razón sabes, quedará latiendo en la retina, en la mente de otro o de otra, que te mira absorbiendo esa idea y haciéndola suya, deconstruyéndola o reconstruyéndola con sus materiales y herramientas, hasta hacerle cobrar más sentido.

Sin embargo, a poco andar en ese mundo te das cuenta que hoy ser profe tiene un valor distinto, se inserta en otros procesos, en otras ideas acerca del mundo, diametralmente opuestas a tus convicciones, y a tus dudas que, digámoslo, también forman parte de tus convicciones; porque crees firmemente en el valor de dudar, dudar que esto sea lo que “debe ser”. Le saltan chispas al teclado, porque sé que la tarea de ser profe pierde sentido cuando alguien te habla del SIMCE o de la PSU o de toooodas esas evaluaciones que te instalan en medio del camino y del proceso; la evaluación de la evaluación se convierten en un escollo y esa savia de las letras deja de tener su brillo, ya no sientes que enciendes la luz cuando cruzas el umbral y qué valor social puede tener esa tarea cuando sabes que tu trabajo forma parte del paquete ofrecido al cliente que contrata el servicio educativo de la empresa sostenedora del colegio; el sentido social de entregar las herramientas tiene un precio y a veces un precio bastante caro, por lo tanto tu tarea es una tarea suntuosa, y el desgaste ya no es una labor tan significativa porque forma parte de una explotación más junto a tantas otras explotaciones.

Recordó el diálogo que sostuvo una vez con cierto director cuando le dijo:

-Si no le da tiempo para planificar, preparar clases y corregir pruebas a un profe, entonces sí, es posible que consiga resultados, pero por un año, porque al final del proceso va a tener a un profe reventado, que al siguiente año no podrá rendir igual.

A lo que muy serena, honesta y tajantemente su “superior” le respondió:

-          Simple, se contrata a otro profesor pues.

Entonces ahora, que lleva seis años trabajando, ahora, que la han despedido de dos colegios, ha renunciado a otros tres y ha rechazado trabajar en varios, se pregunta qué sentido y qué valor tiene esta labor pedagógica, formar parte de ese crecimiento de seres humanos, cuando se instala en esa tarea desde la contradicción. La paradoja pesa en tu cotidianeidad simplemente porque no crees que la expulsión de un alumno sea el camino, que si te dijeron que tu tarea era enseñar no puedes decirle a alguien que tiene que irse, porque entonces simplemente no te estás haciendo cargo de esa tarea que asumiste y porque ¿con qué cara enseñas valores y actitudes a través de los famosos objetivos transversales?

En fin, es un círculo extraño el de ser profe, no se parece mucho al sueño que creció en ti hace años en esa aula, además la tiza suspendida ya no existe ahora (cosa que sin duda los pulmones agradecen); las pizarras son de acrílico, o interactivas. La realidad tecnológica es otra y la realidad económica e ideológica también; además los colegios hoy prefieren declarase confesionales católicos porque eso vende más, sube la matrícula ($$$$$) y se ganan más luks; los apoderados-clientes buscan eso, así se aseguran que dentro de la labor de guardería que cumplen los establecimientos mientras ellos trabajan, les metan ciertas ideas a sus cabros para que no caigan en el pecado o la delincuencia, cosas que ellos no tienen tiempo de enseñarles; por lo tanto el relevo es para la institución educativa. En ese contexto el plus se lo da lo religioso, mientras más estructurado y rígido sea todo, mejor. Ojalá con harta anotación en el libro y con harta hora de clase con el chiquillo sentado mirando al profe, para que le vaya bien en todas las pruebas que seleccionan al selecto grupo que ya ha sido seleccionado una y otra vez. Y en este elitista proceso de enseñanza, no sabes por qué extraña razón tu vocación comienza a diluirse y entonces surge la pegunta: “¿qué más sé hacer aparte de enseñar?? Mmm porque en realidad me huele a que esto no es lo mío, no se parece a ese sueño que tuve, ser profe en ESTA sociedad, NO tiene el valor y la trascendencia tan poderosa en la que creíste…bueno hablo por mí, corrijo: ser profe en esta sociedad no tiene el valor y la trascendencia en la que creí.


En medio de este proceso, cuando no hay horas para preparar ni corregir, cuando sabes que los países que obtienen buenos resultados y pueden sentirse confiados de su calidad educativa, entregan a sus equipos docentes esas horas proporcionales a las horas aulas…, insisto, en medio de este proceso escuchas la expresión de moda: evaluación docente ¿Evaluación docente???, sí, demás, me parece interesante e incluso necesaria, pero por alguna razón me suena a carerrajimo de nuevo, se nos responsabiliza a nosotr@s por los malos resultados de un proceso viciado desde sus raíces, en su estructura. Asumo la responsabilidad que a mí me corresponda, pero evaluémonos tod@s, partiendo por el ministro y por quienes construyen y hablan de educación en este modelo económico, ensuciando lo que este proceso significa y empañando la vocación de tant@s como yo, al darle un sentido tan superficial e indigno a la tarea.

                                                                                      Machuca Fierro

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